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El Dr. Luís Frontela Carreras |
La investigación desarrollada por algunos médicos puso en evidencia que los síntomas que sufrían los afectados se podían atribuir a una intoxicación por organofosforados. Entre estos investigadores destaca el Dr. Muro, quien era director del Hospital del Rey de Madrid cuando empezó la epidemia, oficialmente el 1 de mayo de 1981. Muro fue el primero en señalar la pista de los organofosforados y el primero en atender casos atribuidos al aceite de colza. En esta primera quincena de mayo, Muro descartó que se tratase de una legionela o bien una neumonía causada por bacterias o algún virus, como en un primer momento defendió la Administración.
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El Dr Muro a la izquierda |
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Analistas con garrafas del aceite |
Este médico hizo toda su investigación sin ningún tipo de ayuda por parte de la Administración, la cual le notificacó su cese como director del Hospital del Rey el 15 de mayo de 1981. Hasta el momento de su muerte, en al primavera de 1985, Muro no dejó de repetir que el alimento que causó la intoxicación estaba contaminado por una mezcla de pesticidas, entre los cuales había muy probablemente el Nemacur y el Oftanol, productos de la casa Bayer. Esta idea fue apuntada en el reportaje de portada de la revista Cambio 16, que era dirigida por José Oneto, el 17 de diciembre de 1984. Para coordinar las investigaciones sobre la intoxicación, el Gobierno español creó el Plan Nacional del Síndrome Tóxico (PNST), que pasó a dirigir Carmen Salanueva. Una de las primeras funciones de este organismo fue reunir epidemiólogos para conseguir datos que diesen carta de presentación científica a la teoría del aceite. Entre estos había el matrimonio de médicos María Jesús Clavera y Javier Martínez, quienes lejos de encontrar argumentos a favor del aceite, descubrieron contradicciones en los datos que hasta ese momento utilizaba la Administración para argumentar que la causa de la intoxicación era el aceite.
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médicos María Jesús Clavera y Javier Martínez |
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Efectos del aceite de colza. Fotografía de Paco Elvira. |
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Recogida del aceite adulterado |
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Dr. Edwin M. Kilbourne |
Según el documento firmado entre el PNST y el CDC, la actividad principal de Kilbourne era la de «colaborar en un estudio epidemiológico-toxicológico con el fin de encontrar en el aceite la sustancia química o las substancias más estrechamente asociadas con la enfermedad». Es decir: el Dr. Kilbourne no tenía que investigar ningún alimento que no fuera el aceite de colza. El mismo documento especifica más adelante que «todos los datos que serán transmitidos al CDC con base a este contrato pertenecen al gobierno español y tienen carácter confidencial», y añade que «no pueden ser usados para fines científicos u otros que no se mencionen en este contrato, si el PNST no da antes su consentimiento».
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Juicio aceite de colza |
¿Por qué toda esta confabulación para enterrar el caso del Síndrome Tóxico?. Greunke sospecha que detrás de la intoxicación alimentaria hay algo más que un fraude alimentario. «Se ha argumentado que se tapó porque en ese momento España negociaba la entrada en la Comunidad Económica Europea y estas informaciones podrían tener graves repercusiones sobre el sector hortofrutícola del país». Greunke añade que «hacer un montaje de este tipo, en el que se falsificaron datos, en el que se metieron diversos gobiernos para taparlo... Cuesta un poco de creer que fuera una simple intoxicación alimentaria. Allá detrás debía de haber intereses más poderosos que los estrictamente económicos». Inexplicablemente, su libro «El montaje del Síndrome Tóxico» fue retirado de las librerías una semana después de publicarse; los doctores María Jesús Clavera y Javier Martínez fueron despedidos de forma fulminante de la Comisión Epidemiológica del Síndrome Tóxico poco después de presentar sus datos a la reunión de la OMS y nunca más han podido trabajar como epidemiólogos; Juan Francisco Franco dejó de recibir llamadas amenazadoras después de su discurso ante el Parlamento Europeo; el Dr. Muro murió en 1985 víctima de un cáncer que muchos sospechan que fue inducido; pocas semanas después de la publicación en Cambio 16 del reportaje «Un producto Bayer enveneno España», José Oneto hubo de dejar la dirección de la revista; por su lado, Carmen Salanueva, después de ser la directora del Plan Nacional del Síndrome Tóxico fue nombrada Directora del Boletín Oficial del Estado y fue acusada y condenada por haber comprado cuadros a una galería de arte en nombre de la Reina y Carmen Romero, esposa del entonces presidente del Gobierno. Además fue acusada de fraude que la Intervención General del Estado cifró en más de mil millones de pesetas. Murió el pasado mes de enero. El Dr. Edwin M. Kilbourne es quien ha salido mejor, hasta ahora de este asunto: hoy en día es el director de la Oficina de Gestión de Datos del Center for Disease Control de los Estados Unidos.
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Jesús Sancho Rof |
Los disparates para llegar a un cabeza de turco.
«Es un bichito tan pequeño que si se cae se mata». Esta frase del entonces ministro de Sanidad, Jesús Sancho Rof, atribuyendo en un primer momento la causa de la intoxicación a un microorganismo, es para algunos un pequeño botón de muestra de lo que ha sido, y es, la historia del Síndrome Tóxico. El inicio oficial de la intoxicación es el 1 de mayo de 1981, cuando falleció el niño Jaime Vaquero, de 8 años, en una ambulancia que tenia que llevarle a un hospital.
A partir de este momento los ingresos se fueron multiplicando, así como también los disparates que se fueron divulgando desde el Gobierno. El mismo ministro Sancho Rof llegó a decir en rueda de prensa el 22 de mayo de 1981 que «en todas las autopsias realizadas se detecta el mycoplasma y ningún otro agente. En los cultivos, el germen crece como un mycoplasma. Se conoce su nombre y su primer apellido, pero falta su segundo apellido. Se extiende sin ningún agente físico particular que lo propague».
El 10 de junio, TVE difunde la noticia que podría ser un aceite adulterado vendido de forma ambulante, sin etiqueta y, por lo tanto, sin control sanitario. Una semana más tarde, Sancho Rof anuncia que es el aceite. De esta forma se ponía punto final a la teoría llamada hasta ese momento como «neumonía atípica».
Para los disidentes, la única cosa que se descubrió en el aceite era un fraude alimentario al que, en ningún caso, se le podía atribuir el origen de la intoxicación y que, de hecho, se estaba practicando desde hacia años.
El aceite de colza se importaba desde Francia, con licencia para su uso industrial, por lo que era mucho más barato que el aceite de oliva para el consumo humano. Este aceite de colza tenia que venir desnaturalizado, lo que implica que se debería de haber teñido con un 2% de anilinas para que su aspecto no invitase a su ingestión. En algunos casos, este proceso se llevaba a cabo y en otros no. A los industriales que se sentaban en el banquillo de los acusados de la Casa de Campo se los acusaba de estar involucrados en un negocio que se dedicaba a renaturalitzar este aceite de colza: le sacaban el tinte -es decir, las anilinas-, para desviarlo hacia el consumo humano. En este proceso de renaturalitzación se generaban anilidas. Según el Gobierno, las anilinas y anilidas que contenía el aceite serian las substancias tóxicas a las que cabria atribuir el envenenamiento masivo. Esta definición volvió a cambiar más tarde, y se optó por la sibilina expresión «que el aceite de colza era el vehículo del agente tóxico desconocido».
El fraude del aceite tiene una larga tradición en España. En los años ochenta, la producción anual de aceite de oliva se situaba en aproximadamente 450.000 toneladas. De éstas, se exportaban 100.000. Si se tiene en cuenta que, según reconocía el Ministerio de Agricultura, en todo el estado se consumian unas 800.000 toneladas de aceite de oliva, se puede suponer que una gran cantidad de este aceite no provenía, precisamente, de aceitunas.
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el periodista Rafael Cid |
Pesticidas: mismos productos, diferentes usos.
Los investigadores independientes sospechan que alrededor de la intoxicación podria haber un caso de ensayo con armas químicas. En el prólogo del libro «El montaje del Síndrome Tóxico», el periodista Rafael Cid reconoce que el mismo CESID investigó directamente el caso. El trabajo de dos oficiales de este centro concluía que la tesis del aceite no se sostenía. El informe, elevado al entonces director del CESID, Emilio Alonso Manglano, apuntaba hacia un ensayo de guerra química como detonante de la epidemia.
Los productos de la familia de los pesticidas tuvieron su origen en las armas químicas. En su uso militar, agrario o doméstico, pertenecen al grupo de los compuestos organofosforados, con una composición química muy similar. Son productos neurotóxicos porqué bloquean la acción de la colinesterasa, una enzima sin la que se forman cantidades tóxicas de acetilcolina, una substancia que destruye el funcionamiento del sistema nervioso. De ahí que estos productos, con unas pequeñas modificaciones, se puedan usar para finalidades civiles o militares. De hecho, los primeros compuestos organofosforados, como el Tabún, el Sarín y el Somán, fueron desarrollados por el Dr. Gerhard Schrader y su equipo, que trabajaban como químicos en la Compañía Bayer.
Este estrecho parentesco ha comportado que en algunos casos haya concordancias entre la fórmula de una patente para uso civil y para uso militar de un mismo producto. Es el caso de la arma binaria VX norteamericana. En un documento del gobierno de este país para la Conferencia Permanente de Desarme de Ginebra, se publicó en 1972 por primera vez la fórmula de la estructura de esta VX, que concuerda con la fórmula de la patente de Bayer número 3014943.
Guillermo Caba Serra.
(publicado en la revista «The Ecologist»)
FUENTE:
http://www.cbgnetwork.org/129.html