Rosario Gayete y Francisco Valeriano Sanchez Flores |
Hay crímenes perfectos,
son los que han ocupado horas de televisión y de los que se han
hecho películas. los hay complejos, difíciles de resolver, por
falta de medios o por falta de interés por parte de los cuerpos de
seguridad.
Fue el 19 de enero de
1989, un pastor se dirige a una caseta que se encuentra en la zona
de Cuerna junto a la carretera donde guardaba utensilios para el
oficio, en el municipio de Macastre. El pastor encontró la puerta
abierta, entró y vio a una chica que parecía dormida en la cama que
él tenía allí, le tocó para despertarla y comprobó que la chica
estaba muerta, acto seguido avisa a la guardia civil.
La guardia civil se
persona en el lugar de los hechos e identifica a la chica como
Rosario Gayete, de 15 años, vecina de Benimamet, una pueblo de
Valencia, a unos 40 kilómetros de la caseta donde el pastor
descubrió el cuerpo sin signos de violencia. A partir de ahí
comienza la investigación de la Guardia Civil. Los agentes
encargados del caso interrogan a los familiares y amigos de la chica.
Averiguan que Rosario se marchó de acampada 5 días antes de
encontrarla muerta con otros dos chicos, su novio Francisco Valeriano
Flores Sánchez de 14 años y su amiga Pilar Ruiz Barriga, de 15.
Nadie saben dónde están.
Así que la Guardia Civil
empieza a rastrear en los alrededores de la caseta de Macastre en
busca de algún indicio que les indique el paradero de los otros dos
jóvenes. Las batidas de los agentes son inútiles. Las fotos de los
jóvenes desaparecidos ya se han difundido en algunos periódicos
locales y se les buscan por toda la provincia.
En Valencia, una mujer
encuentra el pie de una joven en un contenedor de basuras de la calle
de Alcácer, en un principio este hecho no tendría por que estar
relacionado, pero como veremos mas adelante si lo está.
No es hasta tres meses
después del hallazgo del cuerpo de Rosario, el 8 de abril, cuando un
campesino descubre el cadáver descompuesto de Francisco a unos 300
metros de la caseta. Increíblemente la búsqueda de indicios que
hizo la guardia civil no encontró el cadáver que estaba
relativamente cerca de la caseta.
La investigación, sirven
para extraer un esbozo de lo ocurrido horas antes del triple crimen.
A finales de los años
ochenta miles de jóvenes españoles están enganchados a la heroína;
pero en esa época, si no tienes dinero, lo que está más a mano es
inhalar pegamento u otras sustancias similares. Los tres jóvenes
inhalaban benzol, un hidrocarburo que si se inhala en pequeñas
dosis puede causar alucinaciones y somnolencia. En altas cantidades
puede causar la muerte por paro cardíaco. En las autopsias que se
les practicaron a Rosario y Francisco, los médicos no encontraron en
ellos rastro de estupefacientes, pero la Guardia Civil sacó a
relucir esa hipótesis de la muerte accidental por sobredosis de
alguna sustancia como la más probable.
Hasta ahí, todo habría
seguido encajando con esa hipótesis: paro cardíaco causado por la
inhalación de sustancias tóxicas. Pero el descubrimiento del
cadáver de Pilar revienta esa posibilidad.
Varias semanas antes de
que apareciera el cuerpo mutilado de la joven Pilar , una llamada
telefónica anónima a Protección Civil informó de que una persona
había abandonado un cadáver en Turís. El comunicante misterioso
dio incluso el nombre del individuo que presuntamente había cometido
el crimen. El sospechoso fue interrogado, pero negó cualquier
relación con las extrañas muertes de los niños y quedó libre por
falta de pruebas.
El 24 de mayo, unos niños
hallan el cuerpo de Pilar junto al río Magro, en el municipio de
Turís. Tiene la cara desfigurada. Le faltan un pie y una mano.
La guardia civil concluye
que el pie que le falta, es el mismo que apareció en la calle de
Alcácer. Los informes forenses determinan que se los han hecho con
una sierra mecánica. La Guardia Civil tiene que descartar la
hipótesis de la muerte accidental y construir una nueva basada en el
asesinato, que nunca llegaron a desechar del todo. No obstante, en la
caseta de Macastre se habían encontrado huellas de cuatro personas,
los tres adolescentes y alguien desconocido. Por ahí podrían haber
seguido los tiros si la familia de Pilar hubiese reconocido el
cadáver. Fueron a verlo, y cuando lo tuvieron delante buscaron una
cicatriz en una pierna de la chica que no encontraron. "Mi
hermana está desaparecida, pero no muerta",
señaló Felisa Ruiz al diario Las Provincias
en 1997, "Pilar estaba irreconocible y no
tenía la cicatriz". ¿Quién era
entonces la chica hallada junto al rio Magro?. Para los agentes que
investigaron el caso, el cuerpo encontrado era el de Pilar.
Según la guardia civil,
los adolescentes cogen un autobús con destino Catadau sobre las
cuatro de la tarde, donde pensaban acampar. Así lo demuestra un
billete encontrado en el bolsillo de Francisco. No tenían vehículo
para llegar a Macastre que esta a unos 30km de Catadau y nada hacía
pensar que conocieran la caseta del pastor o que quisieran llegar
hasta esa zona. Alguien los llevó allí; quizá la persona que los
mató.
La Guardia Civil reconoce
que se trata de "una zona sensible" a la aparición de
cadáveres, por ejemplo, el caso de una joven de 20 años enterrada
en una zona de campo cercana a Macastre y hallada por una pareja en
septiembre de 2008. Siete años antes, en enero de 2001, un
trabajador que revisaba los contadores de luz de las viviendas de la
localidad descubrió unos huesos y un cráneo. El forense aseguró
que habían sido seccionados con una sierra mecánica.
Se barajó la posibilidad
de que los dos responsables del caso
Alcàsser, Antonio Anglés y Manuel Ricart,
hubiesen hubiesen tenido algo que ver en este caso. A Ricart le
preguntaron por ello, negó los hechos y no hubo forma de ligarlo con
la historia de Pilar, Francisco y Rosario, más allá de la presa de
Tous, el lugar donde dos apicultores encontraron a las niñas del
Alcàsser, a una hora del lugar donde murieron los niños de
Benimamet. Hay algunas similitudes entre los dos crímenes. La
diferencia es de tres años de separación entre uno y otro caso.
El caso llego a un punto
muerto del que no llegó a salir, los padres no pudieron reclamar
nuevas ni mejores autopsias, pruebas de ADN, nuevas investigaciones.
Eran gente humilde de un pueblo de Valencia, gente que se resignó a
aguantar la falta de pistas con la esperanza de que alguien les
dijera alguna vez que les pasó a sus hijos.
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