El
gobierno de Chile en 1905 cedio la explotación de unos terrenos en
Bajo Pisagua,
en
la desembocadura del Río Baker. Cedió esta explotación a la
Compañía explotadora del Baker, esta a su vez contrató a
doscientos obreros chilotes y los embarcó en el vapor Dalcahue, su
misión una vez llegaran al lugar era construir barracones, casas,
carreteras y corrales. Tendrían 6 meses desde su llegada hasta que
volviera otro barco.
El
vapor Dalcahue de la empresa de navegación Menéndez Behety sale de
puerto y navegara sin contratiempos por zonas de una gran belleza,
pero a su vez por ser tan vírgenes, muy peligrosas para la
navegación.
El
vapor desembarca a los obreros, las herramientas y alimentos. El
capataz, un inglés llamado Williams Norris, ordena la construcción
de una oficina, corrales, establos, un almacén donde guardar los
alimentos y las herramientas, y un barracon donde dormirán y comerán
los trabajadores.
Comienza
un trabajo duro abriéndose camino derribando enormes árboles,
haciendo caminos en el bosque, para crear una carretera que permita
llegar hasta la frontera con Argentina, y permita exportar lana y
carne en el futuro.
La
empresa que los contrató, la Compañía Explotadora del Baker, les
entregó herramientas y una cierta cantidad de alimentos, con la
promesa de que enviarían barcos continuamente para aprovisionar el
nuevo asentamiento.
Transcurren
los meses, la alimentación es a base de carne salada, tocino, arroz,
alubias y harina. No hay verduras ni frutas frescas, y los alimentos
empiezan a estropearse. Al tercer mes los obreros empezaron a
enfermar. Moretones en piernas y brazos, hemorragias que indicaban
daños gastrointestinales, sangramiento de encías, mareos, dolores
de cabeza y una irritabilidad que hacia que cada día hubiera peleas
entre obreros. Todo esto acompañado con dolores musculares que
impiden que los trabajadores realicen sus labores. Solo cabía
esperar, que pasaran los seis meses para que llegara otra vez el
barco y pasaron los meses, y no llegó ningún barco. Los obreros
permanecían en las barracas soportando las inclemencias del tiempo,
lluvias, fuertes vientos y sobre todo mucho frió. Los trabajos se
paralizaron, no podían continuar construyendo una carretera que
llegase hasta la frontera con Argentina. El alimento consistía en
trozos de bacalao salado, masa de harina con gorgojos, tortillas mal
cocinadas. Las encías se ulceran y sangran, los dientes se caen.
Un
día amanecieron muertos siete obreros y creyendo en un contagio de
una extraña enfermedad, los obreros, sepultaron a los fallecidos en
una pequeña isla ubicada en el delta del Baker. Los enterraron en
ataúdes hechos con tablones de cipreses. Otro día fallecieron 28
obreros. Se les enterró sin escribir su nombre en la cruz.
Pasan más de ocho meses y los sobrevivientes permanecen aislados y abandonados en las instalaciones de la Compañía Explotadora del Baker, un sitio donde mas de un centenar de hombres encontraron la muerte. Nadie viene en su ayuda, nadie los saca de ese infierno, atrapados entre el mar y una selva húmeda, allí se quedaran hasta que en octubre de 1906 llega un barco y por fin rescata a los pocos sobrevivientes. Desnutridos y sin dientes toman el camino de regreso, muchos morirán en el viaje, otros al llegar a sus pueblos. En el Bajo Pisagua, en una isla, queda un cementerio, como único testigo de la tragedia. El misterio permanecerá en la Isla de los Muertos.
No se sabe que hizo que los obreros enfermasen a los pocos meses de llegar a su destino, comerse la comida en mal estado tubo que ayudar y mucho, pero eran hombres fuertes, acostumbrados al esfuerzo físico, pero de repente se encontraron flojos, sin fuerzas. Algunas fuentes culparon a la Compañía Explotadora del Baker de envenenarles para no tener que pagarles los sueldos, según esta teoría la comida ya estaría envenenada y los obreros irían muriendo poco a poco.
Pasan más de ocho meses y los sobrevivientes permanecen aislados y abandonados en las instalaciones de la Compañía Explotadora del Baker, un sitio donde mas de un centenar de hombres encontraron la muerte. Nadie viene en su ayuda, nadie los saca de ese infierno, atrapados entre el mar y una selva húmeda, allí se quedaran hasta que en octubre de 1906 llega un barco y por fin rescata a los pocos sobrevivientes. Desnutridos y sin dientes toman el camino de regreso, muchos morirán en el viaje, otros al llegar a sus pueblos. En el Bajo Pisagua, en una isla, queda un cementerio, como único testigo de la tragedia. El misterio permanecerá en la Isla de los Muertos.
No se sabe que hizo que los obreros enfermasen a los pocos meses de llegar a su destino, comerse la comida en mal estado tubo que ayudar y mucho, pero eran hombres fuertes, acostumbrados al esfuerzo físico, pero de repente se encontraron flojos, sin fuerzas. Algunas fuentes culparon a la Compañía Explotadora del Baker de envenenarles para no tener que pagarles los sueldos, según esta teoría la comida ya estaría envenenada y los obreros irían muriendo poco a poco.
Otros
piensan que aquellos obreros murieron envenenados a causa de consumir
alimentos contaminados con pesticidas que el barco llevaba en la
misma bodega donde se transportaban los alimentos.
Hoy la Isla de los Muertos es Patrimonio Historico y un lugar de peregrinación turística a unos pocos kilómetros de Caleta Tortel, un pueblo de calles de madera, a la orilla del mar que es el único camino para viajar por la Patagonia Insular.
Hoy la Isla de los Muertos es Patrimonio Historico y un lugar de peregrinación turística a unos pocos kilómetros de Caleta Tortel, un pueblo de calles de madera, a la orilla del mar que es el único camino para viajar por la Patagonia Insular.
Desde
hace años la isla es víctima de las crecidas del río Baker que se
ha llevado las tumbas periféricas y parte de la vegetación que
protege el recinto. Ya por el año 1945, el padre salesiano Alberto
Agostini mencionaba 120 sepulturas, para al año siguiente el
explorador A. F. Tschiffely reconocía tan solo 79 y hoy solo quedan
33.
Fuentes:
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